David Perell @david_perell • 11h • O.
Las personas que más admiro tienen una manera de escapar de la burbuja de la cultura. A veces a través de la religión; a veces a través de libros antiguos; a veces a través del tiempo en la naturaleza. Sin tal escape, la propaganda gana. Dejas de pensar por ti mismo.
Los delirios modernos se convierten en un virus mental que lo consume todo.
El mundo te dice, incluso con un simple susurro, que todo el mundo debería querer las mismas cosas: una casa grande, un buen coche, títulos avanzados, credenciales, clubes sociales, etc.
Me gustan la mayoría de esas cosas. Pero tienes que darte cuenta de lo mucho que su atractivo es una atracción por el estatus, que puede ser completamente diferente de la felicidad.
Hay un ejemplo reciente de alguien que entiende la diferencia en tiempo real que creo que es más fascinante que la historia de Holt o Read.
Chuck Feeney, quien fundó las tiendas libres de impuestos, murió el mes pasado.
La parte conocida de la historia de Feeney es que regaló el 99,99 % de su fortuna de 8 mil millones de dólares hace años, antes de morir. Él y su esposa se quedaron con 2 millones de dólares, vivieron en un pequeño apartamento, volaron en autocar y dieron el resto a la caridad.
La parte menos conocida de la historia de Feeney es que una vez le dio una oportunidad honesta a High Life. El Washington Post escribió sobre su vida en la década de 1980, cuando era recién rico:
Tenía apartamentos de lujo en Nueva York, Londres y París y escapadas elegantes en Aspen y la Riviera francesa. Se tambinó con los otros mega ricos en yates y jets privados. Si lo quisiera, podría permitírselo.
Rápidamente se dio cuenta de que no era para él. La sociedad le dijo que debería querer esas cosas. Pero no fue lo que realmente lo hizo feliz.
Regalar dinero fue.
“Soy feliz cuando lo que estoy haciendo es ayudar a la gente e infeliz cuando lo que estoy haciendo no está ayudando a la gente”, dijo Feeney.
Me encanta.
O más específicamente: me encanta que le encantara eso.
No siguió un camino típico de lo que otras personas le dijeron que le gustara o cómo vivir.
Encontró lo que lo hacía feliz.
Puede que haya parecido frugal, pero en realidad era la persona más libre e independiente de la que jamás hayas oído hablar.
Hay ejemplos que conozco de personas con un importante patrimonio y viven con muy muy poco. Lo que les hace feliz es ir a trabajar sus huertos de naranjos. Les da igual todo lo demás a pesar de que podrían llevar vidas de lujo.
Lo entiendo perfectamente. A mi me hace feliz ver inmuebles bien construidos, con calidades excepcionales. Bueno, inmuebles, y bienes muebles.
Un trabajo que haría gratis sería reformar todos los edificios de la costa española…
Este es el gran problema.
En ventas, que es donde yo trabajaba, lo primero que nos decian cuando entre es que lo importante para vender es buscar una necesidad del cliente.
Y si no la hay? Pues crearla.
Y aqui es donde entra la individualidad, el poder de decidir de cada uno.
Porque tengo que entrar en el juego de tener un coche con tropecientos caballos, la vivienda principal, la de la playa, los viajes, etc.
Yo al menos elijo que es lo que me hace feliz, pero no tiene porque ser un Ferrari.
Subliminalmente nos estan redirigiendo hacia donde quieren, al consumismo desenfrenado y a anular nuestro poder de decision.