Jeanne Calment, el mejor trato de la historia

En 1969 el notario André-François Raffray firmó un acuerdo con una anciana de 94 años. Él le pagaría una mensualidad vitalicia de 2500 francos (unos 390€) y a su muerte él heredaría su apartamento. El notario ignoraba que había cerrado el peor trato de su vida…👇

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Aquella mujer se llamaba Jeanne Calment y había nacido en Arlés en 1875.

Después de la muerte de su esposo, hija, yerno y nieto en 1942, 1934, 1963 y 1963 respectivamente, se había quedado sin parientes a los que legar sus bienes, por lo que aceptó la oferta del notario.

El notario pasaría a ser el propietario legal del amplio apartamento de Jeanne en la Rue Gambetta, la calle principal del casco antiguo de Arlés, pero a cambio la anciana recibiría la pensión mensual y podría disponer del piso hasta el día de su muerte.

Al contrario que la nuda propiedad en España, esta variante de hipoteca inversa da al comprador la posibilidad de adquirir una valiosa propiedad por poco dinero si el vendedor muere poco después. ¿Qué podía salir mal con una mujer de 94 años que bebía y fumaba? Bueno, pues…👇

30 años después, cuando le había pagado a la anciana más del doble del precio de mercado de su apartamento, el notario falleció de cáncer a los 77 años poco antes del 121 cumpleaños de Jeanne Calment y su esposa tuvo que seguir pagándole.

Finalmente, el 4 de agosto de 1997, a los 122 años y 164 días, la supercentenaria francesa falleció sellando un logro muy pasivo, pero no por ello menos extraordinario: consiguió permanecer viva durante más tiempo que nadie desde que existen registros fiables y verificables.

Pero, ¡giro de guion! ¡Plot Twist!

En 2018, dos investigadores rusos, Valery Novoselov y Nikolay Zak, publicaron un artículo en el que acusaban a Jeanne Calment de haber mentido sobre su edad y, por extensión, haber estafado al bueno de André-François Raffray.

La teoría: en 1934 la que habría muerto habría sido Jeanne a los 59 años y su hija Yvonne, nacida en 1898, habría adoptado la identidad de su madre.

En 1997, Yvonne habría muerto a los 99 años, no a los 122.

Pero ¿por qué?

Por dinero: para evadir el impuesto de sucesiones, con un porcentaje mucho más alto que en la actualidad (los Calment además tenían dinero).

El ventajoso acuerdo con el notario habría sido una estafa, ya que Yvonne tendría 71 años y no 94 cuando se firmó.

Los investigadores rusos usaron una base de datos de supercentenarios para calcular la posibilidad de que una persona llegase a los 122 años.

El resultado: una posibilidad ínfima.

Y es que hay un enorme salto de más de 3 años entre los 122 años de Jeanne Calment y los 119 años que alcanzó la 2.ª persona más anciana verificada, Kane Tanaka.

A partir de ella, la diferencia en la edad al morir entre los supercentenarios es de meses o incluso semanas.

Estos investigadores también señalan incongruencias en la memoria de la anciana.

Por ejemplo. afirmó, entre otras cosas, que su padre vendía material de pintura al mismísmo Van Gogh durante su estancia en Arlés, cuando la tienda era de los padres de su marido, no de la suya).

O que la mujer que la llevaba a la escuela era Marthe Touchon, que de hecho era empleada de la familia Calment a principios del siglo XX, pero que había nacido 10 años después que Jeanne, por lo que no habría podido llevar a la escuela.

Otros datos extraños: un carné de identidad de 1930 decía que tenía los ojos negros, pero, al final de su vida, un informe los registró como grises. Además, según el mismo carné, su estatura de era de de 1,52 m, la misma que 60 años después. 0 pérdida de altura con los años.

Su firma había cambiado enormemente con los años, adquiriendo una “J” en bucle y las fotografías de su hija Yvonne mostraban la presencia de un fibroma -una protuberancia carnosa- en la punta de la nariz, que coincidía con el de una fotografía de Jeanne Calment de anciana.

También consideran sospechoso que la anciana encargase a un primo la quema todos sus papeles cuando se mudó a una residencia de ancianos a los 112 años y, pese haber aceptado donar su cerebro a la ciencia, fuera enterrada tanta rapidez que fue imposible extraer el órgano.

Asimismo afirman que, curiosamente, en el panteón familiar de los Calment no figura el nombre de Yvonne, pese a estar enterrada allí. La razón sería, según Nikolay Zak, que Yvonne seguía viva y no quería ver su nombre en una lápida por ser un mal augurio.

Los validadores, que trabajaron durante 7 años para certificar la edad de la anciana, rechazan los argumentos de los dos investigadores rusos por fantasiosos y peregrinos.

Sostienen que durante años respondió correctamente a todas las preguntas que se le hicieron, algo que solo una persona viva entre 1880 y 1890 podría haber sabido de primera mano.