Como todo el mundo sabe, los gatos son unos animales de compañía adorables. Son excepcionales para abrazar, querer, atrapar ratones y ratas o incluso protagonizar vídeos virales en youtube con una simple bola de lana. A mi siempre me han gustado más las gatas, pero esa es otra historia ajena al mundo de la inversión:
Pero volviendo a la inversión, el prestigios periódico británico The Guardian lanzó un reto en el año 2012, o más bien un desafío de inversión. El periódico enfrentó a un gato llamado Orlando contra un administrador de patrimonio, un corredor de bolsa, un administrador de fondos y un equipo de estudiantes de finanzas de la escuela de Hertfordshire.
El intrépido Orlando retando a los “expertos” del sector
El experimento X consistía en elegir cinco empresas del Índice All-Share del FTSE londinense en las que invertir 5.000 Libras en cada una, con las oportunidad de rotar las acciones cada tres meses, y dejar que sus estrategias funcionaran a lo largo de todo el año.
¿Cuál fue el resultado de la experiencia? Como podeis intuir los profesionales del sector no fueron los mejor parados. Mientras estos utilizaban décadas de conocimiento del mundo de la inversión y métodos tradicionales de valoración de acciones, el gato Orlando seleccionaba las empresas lanzando su ratón de juguete favorito a una cuadrícula con números asignados a empresas al azar.
Cómo comprobó The Guardian, resulta que la técnica de lanzar juguetes para gatos resulta más efectiva que el famoso Hombro-Cabeza-Hombro, o incluso el cálculo del valor intrínseco mediante descuento de flujo de caja. Todas las acciones menos una de las seleccionadas por el “experto” Orlando aumentaron su valor durante los últimos meses del año, incluida una empresa especializada en plásticos y espuma, Filtran, que Orlando había cambiado apresuradamente por la conocida Scottish American Investment Trust de bajo rendimiento en septiembre. Al finalizar el año, la cartera del gato aumentó un promedio de un 4,2%, habiendo crecido a 5.542 libras esterlinas, en comparación con las 5.176 libras de los profesionales de la inversión, y eso, sin contar las comisiones que deberían cobrar, y por las cuales el Gato Orlando eximia a sus dueños.
Al final, lo que el experimento del gato, el mono con los dardos, o los niños de Arlington es que en las selecciones del mercado de valores hay un claro elemento de oportunidad, llamadlo azar si queréis. Raro es el profesional que es capaz de vencer a este factor, y probablemente se puedan contar con los dedos de las manos entre los miles que hay en el planeta. Como bien afirma Burton Malkiel en su libro: “A Random Walk Down in Wall Street”, los mercados son tan imprevisibles como el mono lanzando dardos a una diana.