Acabo de terminar de leer el libro el hombre que cambio su caso por un tulipán.
El libro habla de las burbujas financieras. Primero comienza con algo de historia relatando las más conocidas. Posteriormente se centra en las causas que producen este tipo de fenómenos. Para terminar el libro hace un manifiesto explicando como será la próxima burbuja que me gustaría compartir:
"Soy incapaz de adivinar dónde, cuándo y sobre qué se cebará la próxima burbuja. Pero sí puedo augurar cómo se producirá. Si a alguna conclusión he llegado tras analizar todas estas burbujas especulativas es que son verdaderos calcos unas de otras. En alguna ocasión, durante la escritura de este libro, tomaba de mi desordenada mesa de trabajo una hoja traspapelada que contenía algún fragmento que me interesaba conservar. Tras leerlo, no tenía duda alguna de que correspondía a un crac de los más recientes. Después, al constatar la fuente, me percataba de que era un texto del siglo XVII. Cambiará la forma, pero no el fondo. Puedo aventurar cómo será la próxima burbuja sin riesgo a equivocarme demasiado.
Ocurrirá en un lugar próspero, tras una época de crecimiento, en una región donde el ahorro será abundante y estará bien diseminado. Los medios de comunicación hablarán de una nueva era, de un nuevo paradigma de la sociedad, que, como Escarlata O’Hara gritó al cielo en el filme Lo que el viendo se llevó, jamás volverá a pasar hambre. Entonces, de repente, algún activo aumentará de precio. Algún agente económico empezará a prestar el dinero abundante a un tipo de interés bajo. La gente tomará dinero prestado y comprará esos activos, cuyo precio subirá como la espuma. Se inventará
algún mecanismo para no tener que desembolsar el 100% de la compra: con sólo una parte será suficiente, y la garantía de que el pago va a realizarse íntegramente será el propio activo. Habrá complejidad, algo difícil de desentrañar. Muchos no entenderán nada pero no les importará en absoluto. El precio subirá a niveles estratosféricos. Los ciudadanos se endeudarán más allá de lo razonable, la locura se desatará. Unos pocos advertirán de la irracionalidad imperante, pero los harán callar y los tacharán de necios. El precio del bien se divorciará de su rendimiento, ninguna lógica inversora justificará la compra más que la posterior reventa. La sensación de enriquecimiento fácil y rápido contagiará a unos y otros. Muchos dejarán sus trabajos y empleos y se entregarán exclusivamente a la compraventa de ese activo.
Sus beneficios iniciales los llevarán a endeudarse todavía más, pero su percepción del riesgo será nula: «El activo no puede bajar y actúa como garantía, estoy cubierto», se dirán. Luego sucederá algo tan concreto como irrelevante, anecdótico o marginal, poco importa. Alguien escribirá o dirá que es la señal de que todo ha acabado. Los vendedores superarán por vez primera a los compradores. El pánico se apoderará de los necios, las órdenes de venta se dispararán y los precios se derrumbarán a una velocidad nunca vista. Muchos se arruinarán. Quienes prestaron dinero no lo recuperarán. Un clamor popular denunciará que hubo engaño. Se pedirá más regulación, más control. Y después, abatida y arrepentida, la gente de esa región jurará por sus hijos que nunca más se repetirá una desgracia así.
Para ellos, el síndrome del Necio estará erradicado. Sólo les restará sufrir sus consecuencias, lo que llevará cierto tiempo. Pasarán los años. Unas generaciones sustituirán a otras. Las ciudades cambiarán de aspecto. El viento se lo llevará todo. Poco a poco, la gente olvidará. Por desgracia, la gente siempre olvida"