Un día con Kontolany parte II
-¡Andreee! ¡Viejo amigo! ¿Te has enterado de la subida de XXXX? La noticia de YYYYY la ha disparado un 20%
-Oh Piere sabes que no suelo mirar las cotizaciones a menudo, cuanto más las veo, peor me va.
-Te dije que invirtieras, no me hiciste caso y mira ahora, jajaja
-Si hubiera invertido en cada empresa que me han recomendado no creo que ahora estuviera aquí, estaría trabajando.
-¡Hoy te invito al café André! Jajaja
Viendo su cara, la otra cara de la moneda hoy la tenía Jean, pero no os preocupéis por él, mañana los papeles pueden intercambiarse con Piere sin ningún tipo de explicación.
-¿Por qué esa cara tan larga Jean? - Le pregunté.
-Venga André, sabes de mi gran posición en YYYY y seguro que deberías saber que no ha cumplido sus objetivos de este trimestre y ha caído un 10%
-El corto plazo… no os permite ver mas haya de vuestras narices.
-¿Corto plazo? ¿Un 10% en un día? ¿Qué va a pasar si no sigue sin cumplir sus previsiones?
La conversación se ponía interesante y como todos los días poco a poco la gente se acercaba alrededor de nuestro protagonista.
-No vale con suponer si cumplirá o nos la previsiones, tendrás que hacer los deberes y no quedarte en suposiciones superficiales. ¿Han caído las ventas? ¿Los márgenes? ¿Cómo está su sector?
-Si da igual, si el mercado ya la tiene mal mirada no hay nada que hacer.
-El mercado hará lo que tenga que hacer, pero tu tienes que hacer tu trabajo, además por lo que dices no estudiar la compañía no ha sido tu único error.
-¿Ah si? Venga, dime que he hecho mal, te recuerdo que llevo muchos años en esto.
-Has despreciado la única “comida gratis” que nos da el mercado, la diversificación. ¿Por qué estas concentrado en una posición que no has estudiado lo suficiente?
-Venga, André llevaba meses subiendo y subiendo, le podría haber pasado a cualquier.
-A mi no me ha pasado.
Jean, llevaba un muy mal día y que le espetaran sus fallos a la cara y delante de todos no le ayudaba mucho a sentirse mejor. Se quedo unos segundo mirando a Kostolany con el rostro muy serio. Todo el mundo sin embargo tenían sus miradas puestas en Jean expectantes de cual iba a ser su salida. Los segundos parecían minutos, pero por fin Jean simplemente respondió. - Buenas tardes -
Se giro velozmente, su puso su mano derecha en el bolsillo y dejo unas monedas acompañadas de un fuerte golpe sobre la barra. Sin mirar atrás abrió la puerta de un golpe y se fue. - Jean siempre tiene estos sobresaltos cuando pierde - comento un cliente en voz baja. La gente se fue volviendo a sus sitios, pero como siempre siempre algunas personas se quedaban en la mesa de Kostolany e intentaban transmitirle sus dudas y el amablemente contestaba a sus inquietudes disfrutando de algún otro café.
Se acercaba ya la noche Andre tenía una cita con una eminencia en del mundo industrial, el ingeniero André Citroën. Como siempre en el café Dôme a Kostolany le costaba salir unos largos minutos, siempre había algún grupito de personas con unas ‘últimas preguntas’, pero bueno, era un tiempo bien aprovechado mientras llegaba el taxi que le había pedido el barman. El taxi ya estaba en la puerta y nada más entrar en él Andre dijo la dirección y esta vez Kostolany si que quiso saber que sensación tenía el taxista - ¿Cómo se presenta la noche? ¿Como ha ido el mes? ¿Cuales son las zonas mas concurridas? - Un martillo pilón donde cada golpe es una pregunta. La conversación fue tan agradable que en seguida llegaron al destino. El lugar en cuestión era Chez Pierre en Place Grillon conocido por sus escargots. Esta cita era recurrente, meses atrás André Citroen le había contado que tenía un problema con el juego, Kostolany ya lo sabía, muchísima gente en Paris lo sabía. Pero el hecho de que Citroen diera este paso significaba que estaba verdaderamente mal.
-No te preocupes André, todos tenemos algún secreto del que nos avergonzamos y estás siendo muy valiente compartiéndolo conmigo. - Decía Kostolany en un tono muy afable intentando que se sintiera lo mejor posible.
-Ya no sé que hacer Kosto, estoy desesperado.
-No te preocupes, hoy has hecho mucho más de lo que te imaginas, compartir con alguien tu debilidad te hace más fuerte, además yo te voy a ayudar. Quedaremos todas las semanas y me contarás que tal ha ido tu semana.
-Gracias amigo
Y así fue como empezó la quedad semanal de los André. Quedaban todas los miercoles en el mismo sitio y a la misma hora. Con un jazz relagante de fondo, una buena botella de Don Perignon y una buena ración de caracoles los dos amigos pasaban una velada agradable intentando hablar de cualquier cosa menos del juego. Algunos días era inevitable cuando Citroen estaba realmente afligido Kostolany le dejaba que se expresara con total libertad, el simplemente escuchaba y le apoyaba, poco más podía hacer, la solución a los problemas de Andre Citroen estaban dentro de el mismo.
-Hoy han pasado cien días
-¿Enserio? ¿Ya? ¡Qué rápido pasa el tiempo
-¡Será para ti que no has pasado por este infierno! - contestó en el señor Citroen medio en broma medio en serio. - Bueno, lo que quería darte es la gracias, si ti no lo hubiera conseguido.
-No estoy de acuerdo, yo he sido un mero observador de tu proceso.
-En cualquier caso estoy satisfecho, aunque tengo que seguir siendo muy precavido, no hay que confiarse.
Y poco a poco cada semana seguían quedando pero el tema del juego fue desapareciendo poco a poco, se desvaneció sin anunciar su marcha.
Estas reuniones nocturnas eran toda una llamada a la serendipia, en este restaurante pasaba le creme de le creme de la sociedad parisina y Kostolany siempre estaba dispuesto a difundir el mundo de la bolsa en otros ámbitos junto a políticos, músicos, escritores… Aquí el ha tenido conversaciones con personales ilustres como el pintor japonés Fujita, el escritor Ernest Hemingway, el compositor y violinista Fritz Kreiser o el atemporal Charlie Chaplin. Es curioso como André se acercaba a estos personajes con el fin de hablar de arte y al final eran ellos los que le pedía a él que hablara sobre el arte de la bolsa, paradójico, ¿no?
Se iba haciendo tarde y Kostolany se fue para su casa, al llegar, lo primero que hizo fue ir al dormitorio y darle un beso en la frente a su esposa, esta hizo un cálido sonido con sus labios y dibujo una sonrisa. Pero para el inagotable de Kosto aun no había acabado la jornada. A oscuras camino ha su despacho, cerro la puerta y encendió la lampara del escritorio, donde se sentó. Aparto los libros y los periodicos y puso un folio en blanco frente a él. Cogió su pluma y se puso a contemplar por la ventana como dormía Paris, mientras el divagaba en su próxima columna para Capital.
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