AVIDESA, lo que pudo ser la Nestlé española

Como algunos ya sabeis, nací hace algunas décadas en un pequeño pueblo al Sur de Valencia, llamado Alcira. En ella había una empresa increíble de capital español, que llevó al pueblo a liderar una época de esplendor económico, social e incluso deportivo, como suele pasar a rebufo de los empresarios de gran éxito.

Tal fue así que el club de balonmano de la Ciudad, patrocinado por la empresa Avidesa llegó a ganar una Copa del Rey al todopoderoso Barça, la copa Europea EHF y conseguir el segundo puesto en la Liga Asobal. Todo ello en una población que apenas llegaba a los 55.000 habitantes.

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Este hilo es un homenaje a la empresa, a su fundador, a todos los que trabajaron en ella, y a todos los que disfrutaron de sus productos.

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El origen (y la culpa de todo) es del empresario Luis Suñer Sanchis (1910-1990), el cual creó un imperio industrial con empresas como Cartonajes Suñer y Avidesa, que salió a bolsa en 1991, siendo comprada por el BBVA para posteriormente venderse a la multinacional Nestlé, que le cambió el nombre por Camy, integrándola en su división de helados.

Luis Suñer fue el segundo hijo de Ana Sanchis Perpiñá y José Suñer Orovig, un modesto matrimonio de alcireños que tuvo otros tres hijos varones, José, Alfredo y Rafael. Nació en Alcira el 19 de marzo de 1910. Estudio en la pequeña población de Benicull, pasando después a las Escuelas Pías de Alcira y posteriormente dos cursos de peritaje industrial mecánico en Barcelona.

Con 10 años ya se inició en el negocio de sus padres, Cartonajes Suñer.

A los 14 años ya trababa en la fábrica de algodón de Monfort y Peris para pagar los estudios de su hermano mayor.

De 1937 a 1939 se “colectivizó” su fábrica de cartones por la Guerra Civil, recuperando al final de esta la propiedad de la misma.

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El negocio prosperaba tanto que, animado por sus hermanos, adquirió una gran parcela en el Puerto de Valencia para instalar allí la fábrica. Era una decisión puramente logística, pero suponía dejar Alzira en la práctica. Entonces sucedió una tragedia: en octubre de 1946 se declaró un incendio en las instalaciones del pueblo, en la calle doctor Ferrán, y la fábrica se redujo a escombros. De nada sirvieron los esfuerzos de los trabajadores y de los vecinos de Alzira, que arriesgaron sus propias vidas para sofocar el fuego echando mano de rudimentarios cubos de agua o con cualquier cosa que encontraban. El fuego fue inmisericorde y redujo la planta a cenizas.

Pero de ese mismo fuego, surgió una decisión firme en la cabeza de Luis Suñer: nunca se iría de Alzira. La forma en la que el pueblo había luchado contra esas llamas le hizo descartar el proyecto de instalarse en Valencia e inició de inmediato las obras de reconstrucción de la factoría. Se sintió, para siempre, en deuda con Alzira.

“Soy muy alcireño, esto es algo que nunca me cansaré de repetir, además lo digo sintiéndolo de verdad. Por eso, porque quiero a mi tierra, aquí estoy, para contribuir a que el nombre de Alzira suene, para procurar la elevación del nivel de vida de muchos”, apuntó Suñer en una entrevista en el semanario La Voz del Júcar el 3 de julio de 1971. “Si todo esto lo hubiera hecho fuera, es posible que alguna vez hubiera sido yo mismo quién me lanzara una pregunta: ¿Qué has hecho por tu tierra? Por eso, aquí estoy”.

Apenas un año y medio después del incendio, Francisco Franco, en su primera visita a Valencia, se desplazó hasta Alzira para inaugurar “con gran pompa y circunstancia” las nuevas instalaciones de Cartonajes Suñer.

“Unos días antes de la llegada del Caudillo, se presentó un alto cargo de los Servicios de Seguridad de Valencia, solicitándome una lista de los obreros de Cartonajes que tuvieran antecedentes comunistas. Me negué a entregar esa lista y, ante su insistencia, le dije que si uno sólo de mis empleados era arrestado, aunque sólo fuese por unas horas, todos mis empleados, mis hermanos y yo mismo, dejaríamos de trabajar y boicotearíamos la visita. Gracias a Dios nada sucedió y todo salió perfectamente. El día de la visita se lo conté a un general del servicio directo del general Franco y me dijo que había obrado perfectamente y que no me preocupara”, explicó él mismo en una entrevista publicada enEl Alfil en 1989.

Tras aquella visita, la empresa se convirtió en una de esas “empresas ejemplares” que el gobierno de Franco premiaba y aireaba. Por ella desfilaron, además del dictador, los ministros de Vivienda, Agricultura, el de Sindicatos… Se le concedieron permisos de importación rápidamente -algo reservado para unos pocos- y pudo acceder a nueva maquinaria. “Para los ideólogos del nacionalsindicalismo una persona como Suñer representaba el ideal del empresario autárquico: el hombre hecho a sí mismo (self-made-man) proclive por su carácter a demostraciones paternalistas tan cercanas a la retórica del Régimen”, apunta el libro Cien empresarios españoles del Siglo XX.

Su éxito fue arrollador. A principios de los 50 empezó a comercializar unos envases especiales para los botellines de penicilina y vendió millones de ellos. Llegó a tener un 80% de cuota de mercado en envases farmacéuticos. Luego llegaron los envases para detergentes, para los alimentos, para cigarrillos… Era el momento de diversificar.

Un día, comiendo una paella con unos amigos, la conversación derivó en lo difícil que resultaba, para la gente sencilla, conseguir pollo. Esa conversación fue, según contó él mismo después, el germen de Avidesa, una compañía inaugurada en 1956, que le valió el sobrenombre del Rey de los pollos.

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Luis Suñer se había casado años atrás con Carmen Picó, con la que tuvo dos hijos, Luis y María del Carmen. Y por ellos decidió recrecer su negocio empresarial. Su hijo Luis era su ojito derecho. Desde muy joven había demostrado ser despierto para los negocios y en cuanto acabó el bachiller, tras estudiar en los Jesuitas de Valencia, lo envió a viajar por toda Europa. Quería que conociera de primera mano qué se estaba haciendo en el campo de la avicultura, fuera de España, y para ello no escatimó en gastos. El muchacho importó de Reino Unido la forma de operar de los mataderos de aves más modernos. Su padre lo nombró director general de Avidesa y lo rodeó de los mejores técnicos especialistas. El negocio fue un éxito y en breve fue ampliado.

El 26 de junio de 1961 se inauguró la nueva Factoría Uno de Avidesa, en la colina de El Respirall , por supuesto, en Alzira. Franco no cortó la cinta, pero sí envió a su ministro de Agricultura, Cirilo Cánovas, y acudió también el entonces príncipe, Juan Carlos de Borbón.

Luis Suñer Picó, el hijo viajero, demostró tener buen ojo empresarial al frente de Avidesa. No tardó en proponer a su padre diversificar aún más el negocio y entrar en la producción de helados. A él le gustó la música. Su hijo había heredado las ganas de dejar impronta en Alzira y promovió distintas iniciativas en el municipio, como la creación de un diario, El Heraldo de Alzira, o de un equipo de fútbol y su sociedad deportiva UD Alzira, de la que fue presidente.

Luis, padre, bebía los vientos por él, hasta que la tragedia volvió a llamar a su puerta. El 15 de enero de 1964, cuando apenas tenía 21 años, su hijo falleció de forma repentina, mientras dormía.

Luis Suñer se vino abajo. Y su carácter nunca volvió a ser el mismo.

“Carmen (su mujer) consiguió salvarme del hundimiento moral que sufrí tras la muerte de nuestro hijo Luis (y que a ella le costó su propia vida). Ella me convenció que en vez de abandonarlo todo, debía hacer todo lo que nuestro hijo Luis había soñado”, recordaba el empresario años después.

Y así lo hizo, ese mismo 1964 echó a andar el proyecto de su hijo y orientó a Avidesa hacia el negocio de los helados. Fue un acierto, ya que en los siguientes años surgieron numerosos nuevos productores avícolas que, arropados por los fabricantes de piensos, terminaron por alejar el precio del pollo del umbral de la rentabilidad. El negocio de los helados era más rentable, pero tenía fuertes competidores.

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Era 1965, y reinaban con holgura Frigo, de Unilever, y Camay (que después se convirtió en Miko y en Camy), de Nestlé. En el litoral valenciano también estaba muy implantada La Ibicenca. Era un negocio con gran potencial de crecimiento al calor del boom turístico, pero había una gran barrera de entrada en el negocio: los frigoríficos.

Cada hostelero debía decantarse por una marca, no podía acoger frigoríficos de cuatro empresas diferentes en su local y no se podía utilizar el de Miko, por ejemplo, para vender Avidesa o Camy. Las firmas, además, habían dado facilidades a los comerciantes para adquirir sus frigoríficos y, a través de un sistema de pagos a plazos, resultaba prácticamente imposible que alguien cambiara de proveedor de helados. Eran prácticamente cautivos de su primera decisión.

Luis Suñer entró con la caballería en el negocio. Con el talonario, más bien. Decidió no cobrar nada por sus frigoríficos a los hosteleros, se los dejaba en depósito. Y liquidaba las letras pendientes de quienes tenían todavía plazos comprometidos con su competencia para que se los quedaran y se pasaran a Avidesa. En poco tiempo se convirtió en el líder, con una cuota de mercado del 25%. Ya era el rey de los pollos y el de los helados.

Al calor de la buena marcha de sus negocios, quiso hacer todavía más por Alzira y, por qué no, por la memoria de su hijo. Así que en 1972 ordenó la construcción de un estadio de fútbol -“el mejor de Valencia tras Mestalla y el Nou Estadi del Levante”- para el equipo que su hijo había presidido. Levantó un coloso con capacidad para 6.000 espectadores que aún lleva el nombre de Luis Suñer Picó y que se inauguró en 1973 con un partido entre el Alzira y el Villareal de la entonces llamada Copa del Generalísimo. El partido fue un muermo, pero el estadio relució. Empataron a 1.

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El Gobierno, en el año 1978 publicó por erro su nombre en el listado de los mayores contribuyentes a las arcas públicas de España (400 millones de pesetas), siendo posteriormente, el 13 de enero de 1981, secuestrado por siete terroristas de la banda armada ETA durante 3 meses, hasta que pagaron su rescate.

El Gobierno de Adolfo Suárez hizo de este secuestro una cuestión de Estado y movilizó grandes dotaciones policiales para peinar la región. Pero nada. El Ejecutivo tenía sus propios problemas, además: el 29 de enero, apenas dos semanas después del secuestro de Suñer, Suárez presentó su dimisión. Su partido se descomponía y su gabinete estaba cada vez más debilitado. El 23 de febrero de ese año, Antonio Tejero, irrumpió en el Congreso de los Diputados.

Luis Suñer no se enteró de nada de esto. Sus secuestradores, de vez en cuando, le daban periódicos y revistas para fotografiarle con ellas, como prueba de vida, pero estos estaban siempre recortados y no se enteraba de nada que pudiera darle pistas de qué estaba pasando fuera ni de si la policía tenía indicios sobre su paradero. Estaba en una habitación de unos dos metros cuadrados y, según contó después, siempre le dieron comida fría.

Los secuestradores habían pedido un rescate millonario, a juego con la cifra de ingresos del empresario publicada por Hacienda: se pagaron 325 millones, en billetes pequeños y marcados por el Banco de España. El 14 de abril se encontró al empresario cerca de la orilla del río Iregua, en el municipio riojano de Alberite. Habían pasado tres meses, un secuestro cuyo récord mantuvo hasta 1988, cuando ETA retuvo al empresario soriano Emiliano Revilla durante 249 días.

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-Durante estos 90 días te he sido fiel-, le dijo Luis Suñer por teléfono bromeando a su mujer, su segunda esposa, Josefina Camarena, en una corta llamada.

Tras pasar un reconocimiento médico, todavía en la Rioja, mantuvo unas pequeñas palabras con los periodistas allí congregados. “A partir de ahora he pensado cambiar un poco mi modo de vida”, aseguró en ese momento el empresario de 72 años, según publicó El País. “Y también mi ritmo de trabajo, puesto que le he dedicado demasiados años a la industria. Yo creo que a mi primera mujer fue eso lo que la mató. Considero que no dedico demasiado tiempo a mi familia, absorbido por el trabajo y los negocios”.

Cuentan que en el trayecto de vuelta desde la Rioja a Alzira, Luis Suñer rompió a llorar al paso de cada municipio valenciano. En su pueblo, su Alzira querida, lo recibieron como un héroe. Pero ya no le quedaban lágrimas. A los pocos días organizaron una gran fiesta fallera en su honor.

Pero Suñer ya no era el de antes. “El secuestro le afectó seriamente, tanto física como psicológicamente, debilitando su salud y extremando los rasgos emocionales y autoritarios de su carácter. Sin un rumbo definido la situación de las empresas también se fue deteriorando”, dejó escrito Ramiro Reig.

Luis Suñer Sanchís falleció el 22 de agosto de 1990, tras un segundo infarto, mientras aún se recuperaba del primero. Aunque sus empresas estaban en una situación delicada, no parecían moribundas. La familia, eso sí, estaba sobrepasada. Dio entrada, con un 47% del negocio, a la sociedad de gestión Mercapital, especializada en salvar empresas, troceándolas primero. Avidesa Pollos se cerró, necesitaba demasiado saneamiento. Avidesa Helados, la joya de la corona, salió a Bolsa y no tardó en ser devorada por Nestlé, su gran rival, que acabó con la marca. Cartonajes Suñer, el germen del imperio, se vendió a una compañía italiana, para acabar engullida por una multinacional suiza.

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Fuentes:

https://www.elmundo.es/economia/actualidad-economica/2023/09/05/64ef62e3fc6c83c54f8b45a2.html

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Algunos hitos de AVIDESA:

1964 - Creación de la fábrica de helados.

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1970 → Lanza el Apolo

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1980 → Pionera en la obtención de licencias

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En resumen, una gran empresa que permitió crecer a una ciudad, a día de hoy venida a menos tras una gran época de esplendor, donde se creó riqueza, empleo y bienestar social mediante creación de valor y patrocinios deportivos fruto del esfuerzo de la empresa y su gente.

Nunca se reconoció suficiente su trabajo.

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Uno de sus sobrinos, Adrián Campos Suñer, llegó a ser piloto de Fórmula 1, y crear posteriormente un equipo de automovilismo, Campos Racing, que actualmente es dirigido por su hijo.

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Increíble historia. Podrían hacer una película o serie. Un señor ejemplar.

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Brillante idea lo de publicar los mayores contribuyentes.

Asi ,unos saben a quien tienen que secuestrar y los otros saben a quien inspeccionar.

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Hablando de comprar empresas:

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Lo mejor es que era falso, porque confundieron los impuestos que pagaba Avidesa, con él mismo.

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